Por un trading de calidad

 

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Uno de los aspectos más importantes que trabajamos en Coaching aplicado a Finanzas e Inversiones es el foco en la calidad, es decir, en el trabajar mejor y no tanto en el ganar más dinero. Cuando la acción del trader se centra en el proceso, por encima del resultado, estamos admitiendo una premisa fundamental:

El trader se ve avocado a un aprendizaje continuo, a una revisión permanente de su plan y operativa de trading, quedando desfasadas las recetas y operativas inflexibles e inadaptadas en el tiempo.

La literatura financiera aborda de forma muy escasa el tema de la gestión de la calidad en el trading. Encontraremos infinitos métodos y estrategias para conseguir una operativa de trading más rigurosa y profesionalizada, presentados al público con un ingrediente muy apetecible: gana dinero fácil, aplica mi método y hazte rico, sólo tienes que seguir los mismos pasos que hago yo. Y por efecto de sesgos conductuales que tratamos en Finanzas Conductuales, caemos.

Es muy importante evadirnos de este marketing facilón y empezar a hablar del trading de verdad, que no es otra cosa que el trading de calidad: aquél trading que busca ser eficaz y no emocionante; un trading en el que prima la búsqueda de la eficiencia por encima de la euforia y la excitación; un trading altamente aburrido posiblemente, pero de bien seguro que eficaz.

Llegados a este punto, hay que tener claro que hay que separar dos fases en nuestra operativa de trading:

  1. La primera fase es la que aprendemos en formación, y que consiste en elaborar y definir un Trading Plan, testear la estrategia en demo y en real, haber obtenido nuestras tasas de acierto y error, dominar las técnicas de Money y Risk management, equilibrar resultados a través de la detección de emociones. Todo esto está perfecto, pero no es lo único: hay una segunda fase.
  2. La segunda fase es la complicada de verdad, y consiste en mantenernos en el tiempo, es decir, ser eficaces y evitar movernos en los mercados financieros como si estuviéramos en un Dragon Khan, sufriendo todas sus subidas y bajadas.

Para mantenernos en el tiempo, no conozco otra vía que la adecuada gestión de la calidad en nuestro sistema de trading.

De la misma manera que una institución se ve sometida a auditorías y certificaciones de calidad, el trader particular, debería contagiarse de esta forma de entender su trading como su propio negocio, su propia empresa, en la que se automatizan y se estandarizan los procedimientos en aras de la eficiencia y la calidad.

Mediante el enfoque “calidad” concentramos nuestra visión en aspectos vinculados con la eficiencia como por ejemplo:

  • Desviación del Trade Medio respecto a lo esperable
  • Detección de volatilidad extrema que no estaba incluida en el Trading Plan
  • Valor del Trade Medio de los último 30 Trades (dado que es el número necesario para la que la distribución del muestreo se aproxime a la normal con un grado de confianza elevado).
  • Rentabilidad del Trade medio de cada una de las estrategias que dispongo para cada activo

A menudo, ya somos conscientes de estos datos cuando operamos, pero a menudo también no somos conscientes con exactitud.

Solemos tener una idea vaga y difusa que más o menos nos orienta en nuestra operativa, pero no deberíamos conformarnos con eso, de la misma forma que un empresario no se conformaría con una idea vaga de sus gastos, ingresos, debilidades, fortalezas, amenazas y oportunidades.

La finalidad de este análisis enfocado a calidad no es otro que aplicar medidas correctoras a nuestro Trading Plan que nos permitan, bajo el principio de la mejora continua, seguir operando con nuestro nuevo modelo, cada vez más depurado, más perfeccionista y más profesionalizado. 

 

Cristina Bartés

Chief Operating Officer at Aston Dealers® Business Academy

 

 

DISCLAIMER: La información y opiniones del presente artículo tienen carácter informativo, sin intención de influir en cualquier decisión comercial y no representan una recomendación personalizada de inversión ni de asesoramiento, dado que no se ha tenido en cuenta la situación financiera, los objetivos de inversión u otras necesidades personales de ningún inversor en particular y no constituyen ni pueden interpretarse como una oferta, invitación o incitación para la venta, compra o suscripción de valores, productos o servicios financieros, ni su contenido constituirá base de ningún contrato, compromiso o decisión de cualquier tipo. Su finalidad es mantener informados a los clientes de Aston Dealers® Business Academy sobre noticias o información correspondiente a los mercados financieros y por tanto los destinatarios de la presente comunicación deben consultar con sus propios asesores legales, fiscales o de cualquier otro tipo sobre las implicaciones de invertir en cualquiera de los productos o activos, que en su caso, se mencionen en el artículo.

Conoce qué tipo de inversor eres

 

“El riesgo viene de no saber lo que estás haciendo”

Warren Buffett

 

Conocer cómo somos como inversores es fundamental para tomar mejores decisiones de inversión. ¿Eres de naturaleza impulsiva o, por el contrario, te lleva mucho tiempo tomar una decisión? ¿Tienes confianza en ti mismo o te dejas influir por los demás? ¿Cómo llevas los altibajos de los mercados?

Vaya por delante la importancia de realizarse estas preguntas cuando queremos contratar un producto financiero, ya que revelan y aportan toma de consciencia de dos conceptos estrella en inversiones: la tolerancia al riesgo y la tolerancia a la volatilidad.

Asumir un riesgo inadecuado, ya sea porque no hayamos determinado correctamente nuestra tolerancia a la volatilidad, o porque conociendo nuestro perfil, el producto financiero no encaje con nuestro estilo como inversores, puede provocarnos más de un disgusto, que no solamente repercute en el plano económico, sino en el plano  emocional. Que le pregunten al que ha perdido dinero en una inversión dónde han quedado sus expectativas, cuán de tocadas han quedado sus ilusiones, y qué ha tenido que hacer para superar el dolor que produce el dinero perdido.

Veámoslo con un ejemplo que nos ofrece la CNMV de forma muy clara:

Supongamos un inversor conservador, es decir que no quiere arriesgar nada de su capital. A este inversor le ofrecen un fondo de inversión de renta fija a largo plazo y lo contrata pensando que su valor nunca puede caer. Sin embargo, se produce una subida de tipos de interés que afecta negativamente al valor de sus participaciones en el fondo y cuando le llega a su casa una carta del banco informándole del valor actual de su fondo, observa con sorpresa que tiene menos dinero del que invirtió inicialmente. No ha ocurrido nada raro con este fondo, el problema es que el inversor no sabía dónde metía el dinero.

En literatura financiera se habla de 3 perfiles de inversor ampliamente reconocidos: inversor conservador, inversor moderado, inversor agresivo. Es importante saber que no debemos tomar estos perfiles como una clasificación exacta y con valores absolutos, sino que es una tipificación en términos globales. En otras palabras, ser catalogado como inversor conservador no quiere decir que no se puedan invertir parte de los ahorros en productos destinados a inversores más agresivos.

  1. Perfil CONSERVADOR

 

La característica principal de este inversor es que valora la seguridad por encima de todo, y por lo tanto, tiene una clara aversión al riesgo. En consecuencia, este inversor escogerá invertir en productos financieros que le aporten la máxima certeza de que no perderá todo o parte de su capital invertido.

Otra característica de este perfil de inversor es que no busca como primera opción rendimientos elevados, por lo que unas ganancias moderadas no le suponen un inconveniente. En este sentido, sus preferencias de inversión se inclinan por instrumentos de deuda, tales como títulos de deuda, depósitos a plazo o cuentas de ahorros; instrumentos que le permiten conocer de antemano, y por lo tanto, prever, la liquidez que obtendrá con esos instrumentos.

Dentro de este perfil puede haber todo tipo de personas. Desde jóvenes con sus primeros ingresos y que, por lo tanto, no quieren arriesgar sus ahorros, hasta aquellos con familias por mantener, o deudas por cubrir. O personas retiradas o por jubilar que no quieren mayores preocupaciones.

Tal vez no sea ésta la estrategia que maximice la rentabilidad de las inversiones. Pero sí puede ser una alternativa para ahorrar a largo plazo sin mayores preocupaciones sobre el movimiento de los instrumentos.

 

  1. Perfil MODERADO

Este perfil de inversor se muestra prudente con las decisiones de inversión que toma. Sin embargo, está dispuesto a tolerar un riesgo moderado en pro de la obtención de unas mayores ganancias. Por lo tanto, este inversor está continuamente buscando el equilibrio entre rentabilidad y seguridad. 

Los instrumentos financieros por los que suele tener preferencia este tipo de inversor son carteras que combinen inversiones en instrumentos de deuda y capitalización.

Inversores de este tipo hay de distintas edades. Generalmente se trata de personas con ingresos estables, que pueden ser entre moderados y altos, como por ejemplo padres de familia con capacidad de ahorro.

 

  1. Perfil AGRESIVO

Este perfil persigue obtener los mayores rendimientos posibles, por lo que está dispuesto a asumir el riesgo que sea necesario.

Esta tipología de inversores engloba a los que muestran preferencia por los instrumentos que prometen los rendimientos más altos, sin importar si en un momento dado se corra el riesgo de perder la mayor parte de la inversión.

Este tipo de personas se decantan generalmente por portafolios de inversión en los que combinan fondos de capitalización, deuda a corto plazo y deuda a largo plazo.

Se trata por ejemplo, de inversores jóvenes, pero que cuentan también con solidez económica y con ingresos de moderados a altos y personas solteras o aún sin hijos, entre los 30 y los 40 años de edad.

Como apunte final señalar una variable importantísima, tengamos el perfil que tengamos. Y esa variable es la información/formación de los productos financieros que contratamos, puesto que a menudo ponemos el foco en cuánto voy a ganar. movidos por la ilusión de ganar dinero y también por la emoción de la ambición, descuidando la otra cara de la moneda: cuánto puedo llegar a perder. No olvidemos que no saber dónde uno está metiendo su dinero es el más alto de los riesgos. 

 

DISCLAIMER: La información y opiniones del presente artículo tienen carácter informativo, sin intención de influir en cualquier decisión comercial y no representan una recomendación personalizada de inversión ni de asesoramiento, dado que no se ha tenido en cuenta la situación financiera, los objetivos de inversión u otras necesidades personales de ningún inversor en particular y no constituyen ni pueden interpretarse como una oferta, invitación o incitación para la venta, compra o suscripción de valores, productos o servicios financieros, ni su contenido constituirá base de ningún contrato, compromiso o decisión de cualquier tipo. Su finalidad es mantener informados a los clientes de Aston Dealers® Business Academy sobre noticias o información correspondiente a los mercados financieros y por tanto los destinatarios de la presente comunicación deben consultar con sus propios asesores legales, fiscales o de cualquier otro tipo sobre las implicaciones de invertir en cualquiera de los productos o activos, que en su caso, se mencionen en el artículo.

El orgullo en el trading

 

 

En la actualidad, y debido a nuestra herencia de tradición católico-cristiana, el orgullo se identifica con soberbia, precisamente, el primer pecado capital según Santo Tomás de Aquino, y, por ende, el considerado más serio de todo los pecados.

 

Sin embargo, el orgullo también una connotación positiva y puede ser entendido como moralmente correcto. Podemos, por ejemplo, estar orgullosos de nuestra familia, de nuestros amigos o de nosotros mismos cuando hemos llevado a cabo un buen trabajo o una buena acción. Desde un punto de vista moral, es correcta la estima siempre que sea apropiada y proporcionada a los hechos. Cuando deja de serlo y es más alta de lo que debería, hablamos de soberbia. Y la soberbia, como manifestación del orgullo en sentido negativo, es uno de los principales males que se pueden tener a la hora de invertir.

 

Las consecuencias de operar con soberbia se registran en comportamientos como el exceso de confianza, que es igual de malo que la falta de confianza. Un inversor soberbio creerá que su decisión de inversión es la mejor y más acertada, porque así también lo es su análisis y valoración del estado financiero del mercado. El soberbio tiene una idea, piensa que es la correcta y ninguna nueva información le hará cambiar de opinión, porque cree única y exclusivamente en él. Diferente es cuando, aun teniendo razón, el primer movimiento del mercado es en el sentido contrario a nuestra posición. Ser paciente en esta situación y no dudar de nuestro análisis, es un orgullo adecuado. El orgullo pasa a ser inadecuado, y entra en juego la soberbia, cuando el movimiento del mercado sigue, sigue y sigue siendo contrario a nuestras predicciones y permitimos una pérdida superior a la que estaríamos dispuestos a asumir por esa operación.

 

Y es que la clave del asunto es, como en otros muchos ámbitos, el querer tener la razón. Si aceptamos la premisa de que los mercados financieros son por naturaleza, fluctuantes, cada uno, debe tener que aceptar también, que no entra a mercado para ir en contra de él, o más correctamente expresado, ir en contra de la tendencia. El que pelea contra el mercado porque se cree en posesión de la razón suele salir perdiendo, por lo que NO hay que insistir en defender una visión a capa y espada, por que a uno le debe ser indiferente ser bullish o bearish, incluso ser un día alcista y otro bajista.

 

“Sólo hay un lado del mercado, y no es el lado alcista ni el lado bajista, sino el lado correcto”

Jesse Livermore

 

Si en nuestro análisis nos hemos equivocado, y resulta que, en vez de una dirección, es apropiado tomar la contraria, no debes preocuparte. Los mejores gestores pueden cambiar radicalmente de opinión de un día para otro y no ser malos gestores por este motivo. Sí sería una mala gestión mantenernos en el error, porque eso implicaría perder dinero, a diferencia de cambiar la decisión de inversión por la contraria, que significaría ganarlo. Y uno no debe estar orgulloso de acertar, sino de ganar dinero porque en los mercados financieros el que acierta no siempre gana dinero. Y al contrario.

 

DISCLAIMER: La información y opiniones del presente artículo tienen carácter informativo, sin intención de influir en cualquier decisión comercial y no representan una recomendación personalizada de inversión ni de asesoramiento, dado que no se ha tenido en cuenta la situación financiera, los objetivos de inversión u otras necesidades personales de ningún inversor en particular y no constituyen ni pueden interpretarse como una oferta, invitación o incitación para la venta, compra o suscripción de valores, productos o servicios financieros, ni su contenido constituirá base de ningún contrato, compromiso o decisión de cualquier tipo. Su finalidad es mantener informados a los clientes de Aston Dealers® Business Academy sobre noticias o información correspondiente a los mercados financieros y por tanto los destinatarios de la presente comunicación deben consultar con sus propios asesores legales, fiscales o de cualquier otro tipo sobre las implicaciones de invertir en cualquiera de los productos o activos, que en su caso, se mencionen en el artículo.

La trampa de la autocomplacencia en las inversiones

¿Crees que tus amigos, compañeros de trabajo o familiares te definirían con las mismas palabras que lo harías tú? ¿Crees que tu forma de definirte es real y objetiva o, por el contrario, incluye algún sesgo?

Cuando los éxitos que conseguimos nos los atribuimos a nosotros y a nuestras habilidades, pero los fracasos los descargamos en los demás (el mercado, el ordenador, el Covid19, la elección de un nuevo presidente en EEUU, etc.) estamos ante el llamado sesgo de la autocomplacencia.

En virtud de este sesgo, no reconocemos nuestros errores, y ni mucho menos, aprendemos de ellos, sino que hacemos responsable de nuestros desastres a circunstancias ajenas, delegando la responsabilidad de nuestras decisiones a la mala suerte o a los demás.

No obstante, en el caso de que nos suceda algo bueno, aunque no haya sido producto atribuible a nosotros, adjudicamos ese resultado exitoso a nuestras propias habilidades o capacidad, alimentando así nuestro ego y sensación de éxito. De ahí las expresiones de “he aprobado el examen” versus “me ha suspendido el profesor”.

Te propongo un ejercicio: cada vez que algo falle o no salga como esperamos – en vez de culpar a los demás – nos preguntemos:

  • ¿Qué parte de responsabilidad tengo yo en lo que ha pasado?
  • ¿En qué he podido fallar?
  • ¿Qué es lo que puedo mejorar o cambiar para no volver a tener las mismas consecuencias?

El sesgo de la autocomplacencia tiene mucho que ver con nuestra propia autoestima, lo cual conduce a que no todo el mundo viva este sesgo de la misma manera.  Las personas con una autoestima fuerte, acompañada de una buena dosis de optimismo y ego, son más propensos a sufrir este sesgo conductual a diferencia de una persona, por ejemplo, que tiene un diagnóstico clínico de depresión. Estas personas diagnosticadas con depresión son más que sinceras consigo mismas, hasta tal extremo que esa visión de sí mismas les reporta efectos nocivos para su salud y bienestar emocionales.

Una dosis de optimismo, por lo tanto, relacionada con un sano amor por uno mismo, tendría efectos positivos, es decir, favorables desde el punto de vista evolutivo. Me explico: existen estudios que muestran como las personas optimistas y que se auto valoran positivamente, en comparación con las pesimistas, tienen una vida más larga, mayor probabilidad de sobrevivir un tumor, menor riesgo de sufrir ciertas enfermedades, etc. Aunque parezca increíble, así es.

¿Dónde estaría, por lo tanto, el punto medio entre el narcicismo y la egolatría vesus su contario, que sería la desdicha de sentirse uno mismo? La balanza está en el concepto responsabilidad, entendida como el “hacerse cargo de”, es decir, coger las riendas de nuestra vida, asumir las consecuencias de nuestras decisiones, y ser parte activa de los resultados de nuestras acciones, tanto cuando los resultados son buenos como cuando no lo son tanto. Sacar pecho, en definitiva, a las buenas y a las maduras, sin la pena y el castigo del que es extremadamente exigente consigo mismo, ni la insensatez del que no asume ningún tipo de responsabilidad por las consecuencias de sus decisiones. 

Resulta interesante observar, como apunte final, cómo interactúa la variable responsabilidad con el miedo a fracasar. Por ejemplo, quién no ha visto a alguien – incluso a uno mismo – antes de jugar un partido de cualquier deporte, excusarse diciendo lo mucho que hace que no juega o que no está en el mejor momento de forma, o que le duele una rodilla. Actuando así, si perdemos el partido tenemos una excusa ya preavisada con antelación. No obstante, si ganamos el partido, disfrutamos doblemente, ya que lo hemos conseguido a pesar de todas las dificultades.

 

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