¿Qué pasa con el dinero que tengo en mi cuenta si mi banco desaparece?

Los ahorradores que tienen su dinero guardado en cuentas y depósitos de una entidad bancaria pueden estar tranquilos, puesto que existe un organismo, llamado el Fondo de Garantía de Depósitos, que sería el encargado de devolverles el dinero hasta un límite, en caso de que el banco no pudiese.

Concepto

En España, el Fondo de Garantía de Depósitos de Entidades de Crédito (FGD) fue creado por el Real Decreto-ley 16/2011, de 14 de octubre, por lo que su origen cuenta con escasos 11 años de antigüedad. Su sede está en Madrid, y es un organismo que cuenta con personalidad jurídica propia y plena capacidad para el desarrollo de sus fines. Su naturaleza es su mayor virtud, que es la de actuar como un fondo financiado por los bancos, cajas de ahorro y cooperativas de crédito para cubrir las pérdidas de los depositantes en caso de insolvencia de alguna entidad financiera.

El Fondo de Garantía de Depósitos de España garantiza que en caso de quiebra, suspensión de pagos o impago de los depósitos vencidos y exigibles de una entidad bancaria española, sus clientes recuperarán hasta 100.000€ por titular y entidad. 

Qué cubre el FGD

Es importante destacar que el Fondo de Garantía de Depósitos cubre por entidad y no por cuenta. Para diversificar el riesgo de perder los ahorros, todas aquellas personas que tengan más de 100.000€ en la misma entidad, pueden elegir una de las siguientes opciones:

  1. Tener los ahorros con más de un titular por cuenta, el FGD cubre 100.000€ por cada titular y/o cotitular.
  2. Repartir los ahorros en cantidades inferiores a 100.000€ en diferentes entidades, así el FGD cubrirá 100.000€ por cada entidad.

La garantía se aplicará por depositante, sea persona física o jurídica y cualesquiera que sean el número y clase de depósitos garantizados en que figure como titular en la misma entidad. Dicho límite se aplicará también a los depositantes titulares de depósitos por importes superiores al máximo garantizado.

Cuando una cuenta tenga más de un titular, su importe se dividirá entre todos los titulares, de acuerdo con lo previsto en el contrato de depósito y, en su defecto, a partes iguales. Cada titular tiene garantizado hasta el límite máximo anteriormente descrito (100.000 euros).

Los depósitos garantizados podrán ser en dinero, valores u otros instrumentos financieros; las garantías que ofrece el FGD son compatibles entre sí. De esta forma un titular tendría cubierto dentro de la misma entidad los siguientes importes:

  • Hasta 100.000€ para los depósitos en euros o el equivalente a 100.000€ tras aplicar el tipo de cambio de la divisa depositada
  • Por los valores u otros instrumentos financieros depositados en la entidad el FGD garantizará hasta 100.000€

Tendrán la consideración de valores e instrumentos garantizados los previstos en el artículo 2 de la Ley 24/1988 del Mercado de Valores que hayan sido confiados a las entidades para su depósito y registro o realización de servicios de inversión.

Qué no cubre el FGD

No se considerarán depósitos garantizados:

a) Los depósitos realizados por otras entidades de crédito por cuenta propia y en su propio nombre, así como cualquier entidad financiera sometida a supervisión prudencial.

b) Los valores representativos de deudas emitidos por la entidad de crédito, incluso los pagarés y efectos negociables.

c) Los certificados de depósito al portador, las cesiones temporales de activos y las financiaciones con cláusula de subordinación.

d) Los depósitos constituidos por empresas pertenecientes al mismo grupo económico que la entidad de crédito.

e) Los depósitos constituidos por las Administraciones Públicas.

f) Los depósitos constituidos por quienes ostenten cargos de administración o dirección en la entidad que origine la actuación del FGD, así como por los cónyuges y familiares en primer grado de unos y otros.
Los titulares de depósitos por importe superior al límite garantizado continuarán en su condición de acreedores ordinarios de la entidad, por el importe no recuperado del FGD, hasta que se solventen las causas que dieran lugar a la entrada en funcionamiento del sistema de garantía, o bien a resultas de lo que se establezca en el convenio de acreedores o en la liquidación de la entidad, dentro del correspondiente procedimiento concursal.

Plazos de devolución

El plazo de devolución de los importes garantizados en caso de quiebra de la entidad oscilará entre los 10 días hábiles y los 3 meses, dependiendo del producto que se trate:

  • El pago de los importes en cuentas corrientes, cuentas de ahorro y depósitos a plazo fijo se realizará en 10 días hábiles.
  • Para los depósitos en valores se devolverá el importe al titular en 3 meses.

 

Idea de negocio no es lo mismo que oportunidad de negocio

Los conceptos idea y oportunidad de negocio pueden llegar a utilizarse como sinónimos en el mundo del emprendimiento, pero no son lo mismo. Descubramos qué elementos los diferencian.

Idea de negocio

Una idea inicial tiene que atravesar un proceso hasta materializarse en la realidad. Es preciso comprobar que se trata de una propuesta viable, realizable y alcanzable. Es necesario invertir recursos para llevarla a cabo. Y, más allá de las expectativas depositadas en ella, el éxito no está garantizado.

El profesional ha visualizado la idea incluso antes de ponerla en marcha. Su implicación ha sido clave para darle forma e impulsarla. Es una de las fases de la creación de un proyecto: aquella que se encuentra el periodo más inicial. Por otra parte, existen muchas ideas que quedan en un plano abstracto y se descartan. Ocupan espacio en conversaciones sobre temas profesionales, pero no dan el paso hacia una fase más avanzada, porque simplemente son una idea.

Oportunidad de negocio

Una idea de negocio se valora y se analiza. Una oportunidad se descubre, forma parte del entorno. Y está allí, dispuesta a ser descubierta. De este modo, el profesional tiene la ocasión de encontrar una oportunidad que conecta con un público objetivo y que ofrece un beneficio. Una idea de negocio y una oportunidad no siempre se presentan unidas.

Sin embargo, en ocasiones sí están vinculadas. Así ocurre cuando la primera da lugar a la segunda. La idea no solo ha conquistado al emprendedor, sino también a los consumidores. Y, en consecuencia, las ventas han producido una ganancia. La iniciativa se integra en un contexto temporal marcado por variables externas e internas que son favorables para la evolución de la idea: es entonces cuando se presenta una importante oportunidad. Es decir, surge la ocasión ideal para llevar a cabo el proyecto ideado.

En tu caso, ¿tienes una idea de negocio o una oportunidad?

¿Qué hizo rico a Rockefeller?

 

John D. Rockefeller no sólo creó la Standard Oil, que fue el más grande imperio de negocios en la Tierra a principios del siglo XX, sino que formó el más extenso imperio de filantropía, creando la Universidad de Chicago, el Spelman College, la Universidad Rockefeller, el Museo de Arte Moderno de Nueva York, The Cloisters, y la Fundación Rockefeller. Su relato muestra a uno de los personajes de negocios más despiadados e implacables de todos los tiempos que luego se convirtió en una de las mentes filantrópicas, caritativas y con mayor visión de futuro que el mundo haya visto jamás.

 

John Davison Rockefeller nació el 8 de julio de 1839 en la ciudad de Cleveland, Ohio. Sus padres fueron William Avery Rockefeller (1810-1906) y Eliza Davison (1813-1989), siendo John D. el segundo de los seis hijos del matrimonio. El padre de John D. era un vendedor ambulante de elixires milagrosos que, por las características de su trabajo, y por los pleitos por estafa en los que se vio inmerso, rara vez frecuentaba el hogar familiar. Así, John D. estuvo muy influenciado por la educación recibida de su madre, una persona estricta y severa, de fervientes creencias baptistas.

A la edad de dieciséis años, y una vez graduado, John D. Rockefeller decidió abandonar sus estudios y comenzar su andadura en el mundo de los negocios. Para ello empezó a trabajar como contable en la firma Hewitt and Tuttle, compañía dedicada principalmente al comercio de productos agrícolas. Ya en esta época de su vida John D. demostró una meticulosidad y disciplina en el trabajo que agradaba a sus patrones, que extendía también a su vida privada, pues llevaba un escrupuloso control de sus ingresos y gastos en un libro de contabilidad personal. En 1858 decidió establecerse por su cuenta asociándose con Maurice Clark en la firma Clark and Rockefeller. Esta sociedad, que se dedicaba también al transporte y comercialización de carne, granos y otros productos agrarios, prosperó en el contexto de la Guerra Civil (1861-1867), acumulando importantes beneficios.

Por aquel entonces el negocio del petróleo, gracias a la creciente demanda de queroseno para la iluminación, estaba dando incipientes muestras de dinamismo en la región y en 1864 Samuel Andrews, un conocido de Maurice Clark con conocimientos técnicos, presentó un proyecto a la firma para introducirse en el negocio del petróleo. A pesar de las reticencias iniciales de John D., que temía que el petróleo fuera una moda pasajera, finalmente decidió participar en el negocio creándose así la firma Andrews, Clark and Co. dedicada al refino y transporte de petróleo, sin abandonar por ello el productos agrícolas, al que otorgaba mayor fiabilidad.

Los tres socios se distribuyeron las funciones del negocio. Andrews se encargaba de las cuestiones técnicas, Clark se centraba en la gestión de la adquisición del petróleo de los productores y a contratar su transporte, mientras que Rockefeller se dedicaba a la financiación y las ventas. El transporte desde las zonas petrolíferas de Pensilvania a las refinerías de Pittsburg, Nueva York o Cleveland estaba controlado por carreteros independientes, por lo que al poco tiempo la compañía decidió crear su propia flota de carretas para reducir sus costes. Del mismo modo, integró también en el negocio una tonelería para garantizar unos mínimos de calidad en los barriles utilizados, evitando así pérdidas en los trayectos. En poco tiempo su refinería se convirtió en la mayor de Cleveland, doblando la producción de sus competidores más importantes. Las discrepancias sobre el futuro de la compañía hicieron que Maurice Clark la abandonara en 1865, pasando a denominarse a partir de entonces Rockefeller and Andrews.

John D. Rockefeller a los 18 años de edad

 

En ese momento de la vida, el nivel de prosperidad de que gozaba le permitió pensar en fundar una familia. En septiembre de 1864 se casó con Laura Spelman, una joven de Cleveland que pertenecía a una familia conocida por su actividad política. Cettie, como él llamaba a Laura, dio a luz a 4 niñas (Bessie, Alta, Edith y Alicia) y a un niño, John D. Junior, el heredero varón de la familia. Tanto John D. como su mujer inculcaron a sus hijos una educación acorde a sus creencias religiosas, por lo que en aquel hogar no se hacía ningún tipo de ostentación de la riqueza y se reprobaba el consumo de alcohol o tabaco. La meticulosidad con la que John D. había llevado el control de sus gastos personales la aplicó también a su vida familiar y la fomentó entre sus vástagos, obteniendo por ello cierta fama de tacaño. La fortuna de la familia era un regalo de Dios y, por tanto, no debía derrocharse. Así, por ejemplo, la ropa se aprovechaba al máximo (incluso John D. Junior utilizó ropa de sus hermanas) y obligó a sus hijos a llevar un libro de contabilidad de sus actividades, estableciendo unas tarifas de ingresos por las acciones positivas que realizaran en la casa familiar, como tocar el violín o matar moscas.

Una vez casado, John D. Rockefeller volvió a entregarse con plena dedicación a los negocios. El reto más importante a corto plazo residía en racionalizar el tráfico ferroviario del petróleo, ya que la producción del crudo era muy desorganizada debido a la intensa competencia del sector. En este sentido, la firma de John D. fue el primer intermediario capaz de ofrecer un volumen de carga alto y constante a las compañías ferroviarias, obteniendo a cambio una buena rebaja en los precios. Esta posición privilegiada fue clave para la siguiente jugada maestra: logró «persuadir» a veintidós de las veinticinco empresas de la competencia (previo pago en efectivo o, en la mayoría de los casos, ofreciéndoles acciones del cartel) de la necesidad de unir sus fuerzas, ya que de lo contrario seguirían sufriendo las secuelas de una situación de competencia que les haría perder dinero. Así, en 1870 se fundó la Standard Oil, un consorcio que dominaba la mayor parte del petróleo que debía ser transportado de los pozos a las refinerías y podía, perfectamente, dictar los precios a las compañías ferroviarias.

Más tarde, John D. aplicó una técnica parecida para reducir la amenaza de la Tidewater Pipe Company, una compañía que había construido unos oleoductos para el transporte del petróleo desde el centro de Pennsylvania hasta la costa y que ponía en peligro la estructura del negocio de Rockefeller. Tras varios intentos infructuosos de doblegarla, consiguió adquirirla e incorporarla, finalmente, a la incipiente red de oleoductos de la Standard Oil, lo que permitió a ésta reducir su dependencia con respecto al ferrocarril. De esta forma, la Standard llegó a convertirse en principal vía de distribución de combustible de la economía americana, que poco más de una década después del término de la Guerra Civil, controlaba casi el 90 por 100 de todo el petróleo refinado en Estados Unidos.

Pero la cosa no terminó ahí: convencido del uso del petróleo como sustituto del carbón en los ferrocarriles, así como para las calefacciones de hoteles, fábricas y almacenes, decidió entrar también en el negocio de la producción del crudo. Tras el descubrimiento de nuevos pozos extraíbles en Lima, Ohio, John D. consiguió convencer a sus socios para que procedieran rápidamente a la adquisición de propiedades petrolíferas. En 1898 poseía ya una tercera parte de la producción total de crudo de Norteamérica.

El desarrollo del automóvil supuso una explosión de la demanda de petróleo, y el patrimonio de John D. crecía sin parar. Cuando Rockefeller se retiró de Standard en la última década del siglo XIX, su fortuna se cifraba en unos 200 millones de dólares; veinte años más tarde, en 1913, esa misma cantidad ascendía a mil millones. A pesar de la afluencia de esa riqueza, John D., fiel a sus creencias religiosas, hizo todo lo posible por guardar la discreción y siguió gastando menos de lo preciso en sus necesidades personales.

Sin embargo, su predilección por el silencio y la modestia no pudo evitar que apareciera una gran cantidad de literatura crítica, incluso difamatoria, contra su persona debido a las prácticas utilizadas por la Standard Oil. Algunos autores le bautizaron como el monstruo del capitalismo tras la matanza de Ludlow, Colorado, en abril de 1914 en la que una docena de mujeres y niños murieron asfixiados durante la represión efectuada contra un campamento de huelguistas de la Colorado Fuel & Iron Company, de la que John D. era un importante accionista.

En 1911, como consecuencia de la aplicación de la legislación antitrust aprobada a finales del siglo XIX por el gobierno federal, la Standard Oil fue acusada de prácticas monopolísticas y obligada a descomponerse en 34 empresas de menor tamaño. A pesar de ello, John D. Rockefeller y otros importantes accionistas de la Standard Oil mantuvieron sus participaciones en todas ellas por lo que, en la práctica, el espíritu de colaboración del antiguo consorcio siguió estando presente.

Las múltiples obras de caridad y actos filantrópicos de John D. fueron otro de los aspectos destacados de sus últimos años de vida, convirtiéndose posteriormente, por obra de sus descendientes, en una de las señas de identidad de la familia. Entre las actividades de este tipo iniciadas por John D. destacan la creación del Instituto Rockefeller para la Investigación Médica o la Comisión de Enseñanza General, cuyo desarrollo y el de otras iniciativas posteriores correspondió en gran medida a su hijo Junior. Atendiendo a sus creencias religiosas, la beneficencia era considerada por Rockefeller como un deber en agradecimiento al favor recibido por parte de Dios al otorgarle el éxito en los negocios. A través de la filantropía se trató también de limpiar, de algún modo, la imagen pública de la familia que había sufrido un importante deterioro tras el proceso contra la Standard Oil y los sucesos de Ludlow.

Durante sus últimos años, a pesar de haber cedido la mayor parte del patrimonio familiar a su hijo, conservó un paquete de acciones, por el que continuó siguiendo la marcha del mercado de valores, pero de forma más relajada por su delicada salud y avanzada edad. John D. consideraba esta actividad bursátil como un entretenimiento más que compaginaba con su gran afición al golf, aunque fue fuente de algún disgusto, como durante el crack de 1929, en que vio reducidos los veinticinco millones de dólares con los que contaba en efectivo a sólo siete. No obstante, hablando en términos relativos, la cotización de la Standard Oil de New Jersey no sufrió un gran descenso, y el propio Rockefeller, mediante una declaración pública dirigida a la nación norteamericana y la compra masiva de acciones junto a su hijo, trató de transmitir su confianza en la economía y lograr una recuperación de la Bolsa.

John D. Rockefeller falleció el 23 de mayo de 1937 en su residencia de Ormond Beach, Florida, a la edad de 97 años.

Frases célebres de Rockefeller

  • “No trabaje por el dinero, deje que el dinero trabaje por usted”.
  • “Si su único objetivo en la vida es ser rico, jamás lo logrará”.
  • “El crecimiento de un gran negocio es simplemente la supervivencia del más apto… la bella rosa estadounidense sólo puede lograr el máximo de su esplendor y perfume que nos encantan, si sacrificamos a los capullos que crecen en su alrededor. Esto no es una tendencia maligna en los negocios. Es más bien sólo la elaboración de una ley de la naturaleza y de una ley de Dios”.
  • “Dios me dio mi riqueza”.
  • “Creo que el ahorro es esencial para una buena vida”.
  • “Prefiero ganar el 1% de beneficio en los esfuerzos de 100 personas que el 100% de mi propio esfuerzo”.
  • “Tengo maneras de hacer dinero de las que no tienes ni idea”.

La correlación directa entre tu situación financiera y tu salud física y mental

 

Existe una correlación directa entre tu situación financiera y tu salud física y mental. En este sentido, los expertos apuntan que la imposibilidad de ahorrar por no tener un sueldo suficiente que cubra todos los gastos o el hecho de tener “sustos financieros”, es decir, imprevistos de tipo económico, pueden ser una fuente de trastornos para la salud en la medida que suponen un shock para la persona que los sufre. Ante dicha situación, se hace necesario cultivar hábitos saludables desde el punto de vista financiero que contribuyan positivamente al bienestar físico y mental de las personas.

 

 

De acuerdo con el estudio 360 Wellbeing Survey 2019Well and Beyond” de la compañía aseguradora internacional Cigna hay 3 principales fuentes de estrés: las finanzas personales, una gran carga de trabajo y la salud personal. Todos estos factores combinados “pueden conducir a un colapso en el bienestar físico”. Según Cigna, los problemas económicos contribuyen a la aparición de trastornos como el aumento de la presión arterial, problemas de sueño, depresión u obesidad. 

Podríamos entrar en el eterno debate de si el dinero da o no la felicidad, visto que la salud física y mental se ve afectada por la financiera, pero siendo pragmáticos, lo interesante es conocer qué hacemos en estos casos que lamentablemente se han acentuado con la pandemia. La organización Mental Health First Aid International recomienda:

Mentalizarse. Ignorar que se tienen problemas financieros no va a hacer que desparezcan.

– Consultar con tu banco o con un asesor financiero independiente en relación a tu patrimonio, deudas, y que este te ofrezca estrategias de mejora y herramientas para fortalecer tu salud financiera.

– Solicitar ayudas públicas (nacionales, locales, regionales) o bonos sociales, a disposición de los ciudadanos para que afronten sus obligaciones de pago o los gastos propios del día a día.

– Evitar gastos triviales e innecesarios, hecho que rebajará lo invertido y hará crecer el ahorro.

– Registrar todos tus gastos e ingresos que se produzcan. Para evitar o combatir el estrés financiero, debes determinar, entender y organizar tus ingresos, tus hábitos de gasto y tus deudas. Apunta tus ingresos, lleva un registro de tus gastos y decide adónde quieres que vaya tu dinero. En relación a esto, hay que tener en cuenta las siguientes estimaciones de los expertos:

. No destinar más de un 50% de los ingresos a los gastos fijos

. No destinar más de un 30% de los ingresos a los gastos variables.

. Destinar un 20% de los ingresos al ahorro.

– Emplear soluciones digitales para la gestión de finanzas: en el mercado de aplicaciones hay multitud de herramientas que permiten gestionar las cuentas bancarias sin tener que moverse de casa.

 

Cristina Bartés

Chief Operating Officer

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