En un artículo recientemente publicado por Deutsche Bank, cuya autora es la profesora de Harvard Marion Laboure, se da respuesta a la pregunta que nos hacemos todos: ¿hasta cuándo?; ¿hasta cuándo el potencial alcista de la criptomoneda? Esta pregunta tiene especialmente sentido estos últimos días en los que el activo ha perdido el 40% de su valor en 2 semanas. Laboure sentencia en su estudio que el Bitcoin todavía tiene recorrido para los largos, no sin antes advertir que observaremos caídas en la cotización del precio. Hasta aquí, nada demasiado nuevo.
Es en estas caídas en donde Laboure introduce un concepto interesante para nuestro aprendizaje, que es el llamado efecto Tinkerbell o efecto Campanilla, en referencia al personaje de Peter Pan. En virtud de este efecto, se tiene la creencia de que en el momento exacto en que un niño decide dejar de creer en las hadas, en algún sitio, una de ellas muere. Trasladado a nuestro ámbito: se cree que algo existe sólo porque mucha gente cree en su existencia.
En este sentido, destaca el informe que el precio del Bitcoin continuará subiendo en atención al interés que demuestren los inversores institucionales en él, de modo que a medida que éstos vayan añadiendo Bitcoin a sus carteras, su cotización seguirá aumentando de forma pareja.
Nuestra amiga (o mejor dicho, mala amiga) volatilidad aquí tiene mucho que decir. Y es que el Bitcoin es altamente influenciable y le rodea una buena dosis de irracionalidad, que se explica por efectos psicológicos no solo como el que acabamos de ver, sino otros efectos psicológicos que os presento a continuación y que estudiamos en Finanzas Conductuales:
El efecto social
Los seres humanos somos seres influenciables: lo que hacen y dicen los demás nos condiciona, y también en inversiones. En el caso específico del Bitcoin, estamos expuestos a multitud de noticias sobre su valor, tweets en redes sociales de personas con poder que opinan sobre él, comentarios en radio, prensa y televisión sobre gente que se ha hecho millonaria invirtiendo muy poco dinero y debates continuos en los medios digitales sobre cuán de posible es (o no) que esta criptomoneda sea el futuro de las transacciones digitales el día de mañana. Esto, unido al exceso de confianza, provoca que las personas se lancen a invertir con la creencia de que si no lo hacen, ¡se les escapa el tren!
La heurística de la disponibilidad
El término heurística, en Finanzas Conductuales, se emplea para definir los atajos mentales que los humanos utilizamos, de forma inconsciente, para solucionar los problemas de manera rápida y sencilla. Con el Bitcoin, estamos expuestos a muchas historias de inversores que han tenido éxito con esta moneda digital. Luego, el razonamiento del ser humano es bien sencillo: si esta persona lo ha conseguido, ¿por qué no lo voy a conseguir yo haciendo lo mismo? Nótese que hay un elemento muy importante en inversiones y que condiciona directamente nuestros resultados: el momento de la entrada, además del de salida.
La escasez
No solemos dar valor a lo que nos sobra, sino a lo que nos falta y eso es en virtud de un sesgo cognitivo llamado “escasez” por el cual se tiene la creencia de que los recursos escasos o limitados son siempre más valiosos que los abundantes. Este dato no pasa nada desapercibido en Marketing, siendo una estrategia habitual inducir a reservar reclamando que sólo quedan muy pocas plazas de hotel o de avión. En el caso del Bitcoin, solamente disponemos de una cantidad limitada en todo el mundo y por ello, la percepción general es que, si finalmente se utiliza como moneda de intercambio comparable al euro o al dólar, su valor incrementará de forma exponencial.
Vistos los sesgos conductuales que inciden en el Bitcoin, es momento de tratar el tan famoso como recurrido tema de si estamos ante una burbuja que va a explotar. Si bien no recomendaría ninguna película de Hollywood sobre trading e inversiones (precisamente por su excesivo ingrediente hollywoodense), me parece instructivo recordar la secuencia de la película “Wall Street” (2010), en la que el financiero Gordon Gekko (interpretado por Michael Douglas) advierte sobre los peligros de la especulación financiera, utilizando el ejemplo de la Crisis de los tulipanes o Tulipomanía.
Este fenómeno tuvo logar en los Países Bajos, en la primera mitad del S. XVII y es ampliamente considerado en la teoría financiera como la primera gran burbuja especulativa de todos los tiempos.
El interés por los tulipanes creció exponencialmente cuando un virus les dio el colorido especial que tienen hoy día. El precio de estas flores aumentaba de forma sustancial en cuestión de días, siendo característico que las semillas de los tulipanes no portaban el virus que les daba ese color, sino los bulbos de los tulipanes. La multiplicación por bulbos es más lenta y costosa, por lo que la demanda se limitaba. He aquí la aparición de lo que todos conocemos hoy día: los contratos de futuros, o lo que es lo mismo; contratos de compra en el futuro de cosechas que todavía no se habían producido.
Tal fue la euforia por los bulbos de los tulipanes, que se llegó al extremo de intercambiar bienes como una vivienda por unos cuantos bulbos, intercambio que hoy día, nos parece, cuánto menos, absurdo. Y aquí es donde vuelve la pregunta estrella: ¿Hasta cuándo ese exagerado precio del bulbo de los tulipanes? En este caso, hasta que una colección exclusiva de bulbos rondaba un precio que no lograba venderse. En ese momento algunos inversores abandonaron el mercado el cual sólo tardó días en desplomarse presa del pánico.
Varios expertos se remiten a este ejemplo histórico para alertar sobre los peligros del Bitcoin. Para los más escépticos, ese repentino aumento de precio en un producto que no tiene valor instrínseco, tiene todas las características de una tulipomanía.
¿Qué pensáis vosotros?
Cristina Bartés
Chief Operating Officer at Aston Dealers® Business Academy
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