¿Cuál es el peor enemigo del inversor?

A continuación un nuevo artículo de Cristina Bartés ( Ponente de formación de Aston Dealers®) sobre “Behavioural finance” acerca del “peor enemigo del inversor”. La tesis del interesante artículo es que, probablemente, sea el propio inversor su peor enemigo en muchas circunstancias. Solución: Conocer y combatir nuestros sesgos de conducta. 

La gestión de nuestras operaciones, con independencia del activo financiero que escojamos, está directamente relacionada con nuestra propia psicología, es decir, nuestros sesgos conductuales, los cuales, a su vez, están compuestos por nuestro propio temperamento, patrón de personalidad y preferencias de gestión monetaria. Las finanzas del comportamiento (lo que en inglés se denomina “Behavioural finance”) se basan en comprender cómo la gente toma decisiones, tanto individualmente como colectivamente. Si somos capaces de entender cómo los inversores y los mercados se comportan, quizás podremos ser capaces de modificar estos comportamientos para lograr mejores resultados financieros.

En el año 1979, los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky, presentaron su “Teoría de la perspectiva: toma de decisiones bajo riesgo”; posiblemente la publicación más importante en el campo de las finanzas conductuales y la que tomaremos como referencia principal en las próximas líneas. Para Kahneman, que recibió el Premio Nobel de Economía en 2002, nuestro cerebro tiene dos sistemas para procesar la información y generar una respuesta. Eso es lo que él llamó: sistema 1 y sistema 2.

El Sistema 1 (pensamiento rápido) que opera de manera rápida y automática con poco o ningún esfuerzo y sin sensación de control voluntario.

El Sistema 2 (pensamiento lento) que se centra en actividades mentales que demandan esfuerzos, incluidos los cálculos complejos.

Según los expertos, a lo largo del día, las personas tomamos una media de 35.000 decisiones y tan sólo somos completamente conscientes de una pequeña parte de ellas. Concretamente, nuestro cerebro toma el 99,74% de las decisiones de manera automática, es decir, sin que realmente seamos conscientes de ellas. De entrada, tomar 35.000 decisiones de promedio al día (de manera consciente o inconsciente) nos parece una actividad, cuánto menos, agotadora. De ahí que el sistema 1 del que nos habla Kahneman sea el protagonista de la película, es decir, el que guía la mayoría de decisiones que tomamos diariamente y el que implica un menor agotamiento de nuestra energía.

Entonces, ¿cómo funcionamos en la mayoría de los casos que tomamos decisiones? Bajo el sistema 1, que consiste en asociar la información que recibimos con patrones ya existentes en nuestro cerebro para proporcionar una respuesta. En otras palabras, nos detenemos poco tiempo a pensar, ergo a actuar, dejando muy atrás al famoso “Pienso, luego existo” cartesiano, sin que esto sea una crítica a nuestro funcionamiento como seres humanos, sino más bien como una observación de la que conviene tomar consciencia. Creamos atajos y de esta manera nuestro cerebro responde rápido y gasta menos combustible.

La consecuencia de lo mostrado es la catástrofe predecible: a la hora de tomar decisiones de tipo financiero, las cuales a priori tendrían que ser racionales y ceñidas a una estrategia operativa, dan como resultado errores provocados por esos atajos, en el que nos hace caer nuestro cerebro, cuando tiene que procesar rápidamente la información que recibe y proporcionar una respuesta.

Veámoslo con un ejemplo: El Sr. Juan opera confiado en índice alemán DAX porque dice conocerlo y tiene la confianza de que se va a comportar en un sentido determinado, y siente que sino aprovecha la oportunidad, se le va a escapar el tren. Es ahora o nunca. Así que, sin más dilaciones, entra a mercado y, además, sin colocar un stoploss o cualquier tipo de estrategia de cobertura porque dice conocer bien el mercado y estar delante de la pantalla. Además, el Sr. Juan está tan confiado de que está en lo cierto, que aumenta su apalancamiento habitual. El Sr. Juan recibe la llamada de un amigo, en la que se entretiene charlando más de los 15 minutos habituales, y cuando vuelve a su pantalla para revisar la operación, el mercado ha girado en el sentido contrario a su entrada.

De entrada, el Sr. Juan tiene que revisar su estrategia operativa, puesto que incurre en errores de libro: síndrome FOMO (fear of mising out), operativa sin stoploss, entradas a mercado sin observar correlaciones, indicadores, patrones chartistas, horizontes temporales, índices de volatilidad, asunción de un riesgo que es más alto del que es capaz de soportar, etc. Lo que nos es más interesante ahora es observar cómo el Sr. Juan incurre en un sesgo conductual, llamado exceso de confianza, que le lleva a tomar una decisión financiera irracional basada en la creencia de un dominio del mercado que, si me lo permitís, no tiene.

Llegados a este punto, podemos entender por qué motivo decidimos y hacemos determinadas cosas, aún a sabiendas de que eso no nos conviene, no es bueno para nosotros, no está en nuestros planes o no es lo que queríamos desde un punto de vista racional. El Sr. Juan de nuestro ejemplo, se ha formado en Análisis Técnico y sabe que no debe operar sin colocar un stoploss,  pero se confía. Definimos, por lo tanto, a esos atajos o sesgos conductuales como aquellas influencias emocionales y psicológicas que pueden tener impacto en las decisiones financieras propiciando un comportamiento irracional, pues como decía Benjamin Graham, “el peor enemigo del inversor es probablemente él mismo”.

No explicaremos el problema sin aportar una solución. Los sesgos a los que se ve sometido el inversor a la hora de tomar decisiones de inversión no pueden hacerse desaparecer con un método mágico y maravilloso, pero sí pueden mitigarse en gran medida (lo que en inglés se conoce como debiasing). La mitigación de los sesgos abarca una amplia variedad de técnicas, procedimientos e intervenciones que están concebidos para suprimir o reducir los errores, distorsiones u otras percepciones erróneas que se generan en el momento en que tomamos decisiones. Tener un trading plan o un registro de operaciones serían algunos ejemplos de procedimientos o intervenciones para mitigar los sesgos.

Sea cual sea la técnica que empleemos para la mitigación de los sesgos a la hora de invertir, el eje vertebrador de toda actuación encaminada a resolver esta cuestión pasa por observar las famosas tres “emes” del Dr. Alexander Elder: “Money, Mind, Method”.

Money” significa que, de la misma manera que un pintor cuida de su pintura y un lechero de sus vacas, el trader debe atender a su dinero como una herramienta de trabajo y lo puede hacer a través de técnicas de “money management” (gestión monetaria), que le indicarán de acuerdo a su capital inicial qué capital podrá arriesgar en cada operación.

Method” se refiere al método elegido para analizar el mercado. Generalmente el trader escoge el análisis técnico, no obstante, existen muchos otros métodos (como el método varianzas-covarianzas o el método de simulación) para tratar de predecir la volatilidad de los mercados o el riesgo de sufrir pérdidas en los mismos (que no es lo mismo que predecir el comportamiento futuro del mercado; esto es sencillamente imposible).

“Mind” tiene que ver con la detección y toma de consciencia de las influencias psico-emocionales que influyen en los procesos de toma de decisiones, así como la adopción de hábitos tan necesarios como saludables para mantenerse en autocontrol y seguir de forma disciplinada el sistema de entrada y salida de los mercados financieros que hayamos elegido para actuar con nuestro “money” y “method”. Se trata, en definitiva, de no convertirnos en nuestros propios saboteadores y que nuestra operativa financiera tenga la estabilidad, la coherencia y el sentido que nosotros le queramos dar. Porque si hay algo claro en inversiones, y especialmente en trading, es ese vaivén de los mercados que nos lleva por la montaña rusa de las emociones.

Autora: Cristina Bartés ( Directora de Operaciones y ponente de formación de Aston Dealers®).

Joaquín

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Redactor

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