¿Qué son las finanzas sostenibles?

 

 

Las finanzas sostenibles me recuerdan al teletrabajo: ambos han llegado para quedarse. Cada vez hay más interés por este tema en las aulas y especialmente los ‘millennials’ se muestran conscientes de que invertir con el valor añadido del “sostenible” puede marcar la diferencia. Según una encuesta de Morgan Stanley, el 86% de los jóvenes están interesados en las inversiones sostenibles como una forma de generar retorno financiero y de impactar, de forma positiva, en la sociedad y el medio ambiente.

De acuerdo con la definición que nos proporciona la CNMV, las finanzas sostenibles implican que en el proceso de toma de decisiones de inversión se tengan en cuenta no solamente el binomio tradicional riesgo-rentabilidad, sino también los factores medioambientales, sociales y de buen gobierno. Estos criterios, de carácter innovador, se conocen como criterios ASG (ambientales, sociales y de gobernanza).

Los criterios ambientales son aquellos que consideran actividades que afectan de forma positiva al medio ambiente: la no contaminación del aire y agua, la lucha contra el cambio climático, la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, la eficiencia energética, el respeto a la biodiversidad, el uso de energías renovables, etc.

Los criterios sociales incluyen aspectos relacionados con la salud, la educación, los derechos humanos, los derechos de los trabajadores (riesgos y condiciones laborales, explotación de niños o inmigrantes o de personas en riesgo de exclusión social, etc.).

Los criterios de gobernanza se refieren a cuestiones de gobierno corporativo de la empresa, es decir, a la la calidad de la gestión y a su cultura. Ejemplos de factores de buen gobierno son una rendición de cuentas democrática, la independencia y composición de los órganos de gobierno, la reducción de la brecha salarial entre hombres y mujeres, la presencia de las mujeres en cargos directivos, la no discriminación de los trabajadores por sexo, edad, capacidad, etc.

Las personas que estén interesadas en invertir bajo criterios de responsabilidad y ética, además de los factores habituales de rentabilidad y riesgo, tienen ante sí un buen abanico de opciones: capital riesgo social, microcréditos para fomentar el autoempleo a nivel social, banca ética, fondos ISR (Inversión Socialmente Responsable), los planes de pensiones y los bonos verdes y sociales, entre otros. En todos los casos se trata de financiar a empresas con criterios éticos, negocios que cuidan el medio ambiente y firmas empresariales con programas solidarios, todas ellas respetuosas con los derechos de los trabajadores o defensoras de la igualdad salarial.

Esta nueva forma de enfocar las finanzas supone un cambio de paradigma cultural para el mundo financiero que, poco a poco, se está instaurando para dar respuesta a un público cada vez, más concienciado y comprometido con el mundo.

 

Cristina Bartés

Chief Operating Officer

 

 

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