¿Es realmente necesario ir a la Universidad hoy en día?

Para el filósofo Ortega y Gasset, en su ensayo “Misión de la Universidad”, las dos tareas que debía tener la Universidad de su tiempo era formar profesionales competentes y cultivar el desarrollo del saber científico. Sin embargo, ya en aquella época (el texto data de 1930), el pensador echaba en falta la misión con la que se creó la Universidad en la Edad Media: formar personas con una cultura humanista que les permita transitar por la vida con coherencia: “Comparada con la medieval, la Universidad contemporánea ha complicado enormemente la enseñanza profesional que aquélla en germen proporcionaba, y ha añadido la investigación, quitando casi por completo la enseñanza o transmisión de la cultura”.

Y es que la Universidad es mucho más que estudiar; es prepararse para la vida. A menudo nos sentimos satisfechos al preguntarnos: ¿Dónde voy a estudiar para encontrar el empleo mejor pagado, cuanto antes? Pero la pregunta clave es: ¿Qué tipo de experiencia vital quiero tener durante mis años universitarios? Solo una de cada cien personas en el mundo puede ir a la universidad, y esto no se puede desaprovechar.

Cuando te preguntas por la experiencia vital que quieres para estos años, cambia el enfoque. Ahí entra en juego la preparación para una profesión, pero también las relaciones humanas que quieres tener; la capacidad de empatía, escucha, trabajo en equipo y perdón que quiero desarrollar; la experiencia de campus, de aula, de trato con el profesor y los compañeros; si voy a estar en una burbuja o con gente de distintas disciplinas que me ayuden a conocer la realidad de manera más amplia. Son muchos aspectos que pivotan sobre la ciencia que estudias y la profesión para la que te preparas: gestión del estrés, gestión de las emociones, resiliencia, cambios de observador, capacidad de superación, habilidad para arbitrar en conflictos, ceder y entenderse… Todo esto sirve para la vida entera.

De ahí que técnicamente tenga sentido la diferenciación entre inteligencia emocional vs. inteligencia académica. La primera consiste en saber aprovechar el talento y las habilidades de uno de la manera más adecuada en cada momento, aportando el máximo valor en el trabajo y sabiendo transmitirlo a los demás. Eso que se suele denominar como “la escuela de la vida”. La inteligencia académica sólo demuestra que uno ha sido capaz de absorber muchos conocimientos, quizá más que otras personas, pero no significa que los puedas poner en práctica de la mejor forma posible. Estudiar en la Universidad o sacarte un master puede darte inteligencia académica, pero la emocional dependerá de muchos otros factores, entre ellos: que pienses un poco más en clave de cuál sería la educción más correcta para ti, y no solamente poner el foco en cuánto dinero voy a ganar, porque la ciencia da buena fe de que el nivel de cociente intelectual no tiene nada que ver con la posibilidad de ganar más dinero en tu vida profesional.

 

Cristina Bartés

Directora de Operaciones

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